Unas zapatillas medio desabrochadas vuelan desde un balcón lleno de macetas, queriedose caer sobre las cabezas que pasean en aquella triste mañana.
Y un vaso le espera detrás, medio vacio, deseando hipnotizarse en sus cordones. Caen desde un sexto o séptimo piso, no lo sé con certeza. Pero sí caen con una fuerza terrible.
Y bajan, se deslizan a contracorriente. El aire los alcanza haciendo fuerza sobre aquello que no se sabe que cabeza romperá o con que toldo chocará.
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